La masculinidad de Jaime Bayly siempre estuvo en duda. Aún está en duda. Pero lo que queda al descubierto de forma manifiesta, es que de caballero no tiene ni un pelo. La insultada que le dio a la gobernadora del estado Táchira, Laidy Gómez, dejó a las claras su pobre condición de reptil lamebotas.

¡La llamó hasta prostituta! obviamente molesta (perdón: molesto), por decisión de la adeca de ceñirse a las normas de la Revolución Bolivariana y su Constitución. Bayly no le perdona a la andina que haya participado en las elecciones del 15 de octubre en las que salió vencedora sin propiciar violencia ni derramar sangre que es lo que hace agua las intenciones malsanas del peruano palangrista.
Cuando mencionó su nombre (el de la mandataria regional) intentó desprestigiarla nuevamente añadiendo que “no la tenía en el radar”, como que si se tratara del mejor analista político del mundo y sus alrededores. Llega a criticarle la decisión de no abandonar al país (obviamente rumbo a EEUU), sino de gobernar desde la entidad en la que fue electa y hasta califica de “caótica e ingobernable” lo que de acuerdo a él es “su vida política”. De paso, como que si él fuese extremadamente simpático, la calificó de “un tanto odiosa y majadera”.

Ojalá la gobernadora Gómez se percate de quienes son sus verdaderos aliados. Debe deshojar la margarita entre quienes le respetan el espacio de liderazgo que ha obtenido dentro del libre juego de la democracia y la libertad, y aquellos que le pasan factura por no plegarse a sus designios golpistas. Definitivamente hay amistades que salen muy caras.